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miércoles, 14 de diciembre de 2016
Las palabras del derecho

Las palabras del derecho

EUFEMISMOS DELATORES



Juan Pablo Aguilar Andrade

El pensamiento se refleja en las palabras, dice Álex Grijelmo.

Podemos ocultarnos tras el lenguaje políticamente correcto, podemos apegarnos a las formas de expresión que se ponen de moda o se convierten en socialmente aceptables, pero es imposible deshacernos de eso que consciente o inconscientemente pensamos y que, tarde o temprano, nos traiciona y aflora en los textos.

Le pasó, por ejemplo, a quien redactó el artículo 326 de la Constitución ecuatoriana. A lo largo de dieciséis párrafos que detallan los principios del Derecho Laboral se rechaza la técnica de utilizar el género femenino para incluir también al masculino y se habla, por ejemplo, de personas trabajadoras, o de trabajadores y trabajadoras, empleadores y empleadoras; pero en el párrafo 7 la mente se rebela y dice lo que realmente piensa: se garantiza el derecho de asociación de las personas trabajadoras y de los empleadores, así, en un claro masculino agravado por el contexto, que muestra la idea de que los trabajadores pueden ser mujeres o varones, pero solo estos últimos tienen la calidad de empleadores.


Y en el párrafo 16, cuando se habla de “quienes cumplan actividades de representación”, se podría pensar que se habla de personas, si no fuera por la explicación final (“aq

uellos que no se incluyan”), que deja en claro que la palabra quienes se refiere solo a ellos y no a ellas.

Una buena muestra de lo que no se quiere decir, pero las palabras revelan, la encontramos en una sentencia que hace poco generó debate en las redes sociales. La pronunció el 5 de noviembre de 2013 el Tribunal Segundo de Garantías Penales del Carchi en un caso de mala práctica médica (causa 04242-2013-0067) que los jueces consideraron que no había sido probada.

El texto recoge los testimonios de varios profesionales de la salud que utilizan la palabra producto, para referirse a un bebé. Producto, dice el diccionario, es la cosa producida; un ser humano, entonces, jamás podría calificarse como tal, pero cuando la jerga médica recurre a la expresión busca aliviar (aunque los médicos saben que eso no es posible), el peso del fracaso siempre presente en la lucha contra la enfermedad y la muerte. 

Los jueces repiten la expresión y, aunque en un caso llegan a explicar que la palabra producto se usa para referirse al bebé, se ve que asumen el término como válido.

Ésto, sin embargo, podría quedar como un ejemplo de la forma en que el ser humano recurre a las palabras para exorcizar fantasmas y mitigar horrores. Lo más interesante de la sentencia es el recurso a un eufemismo que, en unos casos, revela aquello que creíamos excluido de nuestro pensamiento y, en otros, simplemente nos traiciona, poniendo en evidencia lo que pretendemos ocultar.

Según una médica que testificó en el caso, la madre cuyo bebé murió luego del parto era una “paciente de color”; los jueces repitieron la expresión en la sentencia con la naturalidad propia de quien considera normal utilizarla, entiende a qué se refiere y sabe, además, que será entendido.

“Persona de color”; apuesto, y esto es lo verdaderamente grave, que para todos está claro lo que estas palabras significan, pese a que no nos dicen a qué color se refieren y sugieren la absurda idea de que existen personas incoloras.

La expresión entró en el diccionario en 1884 y se mantiene hasta ahora como la que se aplica “a las personas que no pertenecen a la raza blanca, y más especialmente a los negros y mulatos”. En este caso, la Academia no nos dice cómo hay que hablar; simplemente nos informa cómo efectivamente se habla. Y ese cómo efectivamente se habla muestra la persistencia de una sociedad racista, empeñada en distinguir sobre la base del color de la piel, calificar o descalificar a seres humanos a partir de la cromática y preferir, por ejemplo, el “blanco” al “negro”; por eso, precisamente, la palabra raza sigue usándose, como informa el diccionario, para referirse a la “casta o calidad del origen o linaje” y no a la raza humana.

El eufemismo “persona de color”, como todo eufemismo, pretende encubrir pero, a la larga, delata.

Volvamos al diccionario que define al eufemismo como la “manifestación suave o decorosa de ideas cuya recta y franca expresión sería dura o malsonante”. Siendo así, cuando decimos persona de color en lugar de negro o de negra, lo que pensamos en el fondo es que debemos suavizar lo que nos parece insultante; y nos parece insultante porque mantenemos la idea de la raza, de las diferencias raciales y, sobre todo, de las inferioridades raciales.

En este caso, el problema no está en las palabras sino en la mente de quienes las pronuncian. La pelea no es contra el diccionario o la Academia, sino contra nuestros usos y nuestras formas de pensar y expresarnos, que diccionario y Academia no tienen más remedio que recoger y explicar. Dicho de otro modo, borrar las palabras no cambia las mentes y tiene la misma falta de lógica de quienes atacan el mensaje matando al mensajero.

Minuciosa y detallada fue, en cierto momento, la forma de clasificar personas que se dio en América y cuyo mejor ejemplo fueron las llamadas pinturas de castas. Hay en ellas palabras que siguen siendo comunes, como mestizo o mulato, pero otras se han perdido en el uso cotidiano. Solo un especialista sabe ahora lo que significan, aplicadas a las personas, las palabras cambujo, barcino o albarazado, o expresiones pintorescas como salta atrás o tente en el aire; ya nadie habla de ese modo, y si el diccionario recoge los términos es para entregarnos un dato histórico que nos permita entender los textos antiguos.

Claro, esto solo significa que nuestro racismo es menos sofisticado, pero no por ello deja de ser racismo.


Para expulsar las palabras del diccionario, hay primero que expulsarlas de nuestras cabezas. Y eso solo ocurrirá cuando los que vengan después de nosotros necesiten un diccionario para entender lo que en algún momento se llamaba “persona de color”, y sonrían con indulgencia ante la extraña y pintoresca forma de pensar de sus antepasados. 

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