martes, 14 de febrero de 2017

Las palabras del Derecho


SUFRAGIO, COMICIOS, VOTO

Juan Pablo Aguilar Andrade

El próximo domingo acudiremos a las urnas para cumplir con el ritual periódico de elegir a nuestros representantes y, en esta ocasión, pronunciarnos sobre una consulta tan intrascendente, como maliciosa.

Ejercemos con ello lo que la Constitución denomina derechos políticos y que, dice su artículo 217, se expresan por medio del sufragio.

Sufragio es tanto el acto electoral, como el voto de los que en él participan. La etimología quiere ver en la palabra la combinación del prefijo sub y el verbo romper, que en latín se decía frangere y dio origen a palabras castellanas como fragmento, frágil, fracaso y fractura; ésto porque en la antigüedad se recurría, en algunos casos, a pedazos de vasijas rotas para consignar los votos.

Personalmente me gusta más la explicación que recuerda las asambleas romanas organizadas militarmente en centurias; la tropa reunida se pronunciaba golpeando sus armas contra sus escudos y de ese ruido, de ese fragor, viene sufragio. Claro que fragor es otra palabra derivada de frangere.

De ese pronunciarse por algo, o por alguien, vienen otras acepciones de sufragio que tienen que ver con la idea de favorecer o apoyar y, de ahí, aquello que se hace por los difuntos, como las misas que se dan en sufragio de sus almas; las indulgencias, dice el canon 994 del Código de Derecho Canónico, pueden beneficiar a quien las recibe, pero también aplicarse “por los difuntos, a manera de sufragio”.

Todos estos significados aparecían ya en 1739 en el Diccionario de Autoridades, si bien éste anotaba que la palabra casi no era empleada en el sentido de votar; es fácil adivinar por qué.

De sufragio viene sufragar, que sin duda como consecuencia de lo anterior se refería en un inicio tan solo a la acción de ayudar o favorecer. Fue en América donde el verbo empezó a aplicarse como sinónimo de votar; recién en 1992 se lo aceptó como americanismo en el Diccionario de la Academia.

En el segundo tomo del Diccionario de Autoridades, publicado en 1729, se hablaba de otra palabra por entonces poco usada: comicio, que se definía como junta “o congresso de personas señaladas para algún fin”.

Y como una palabra histórica se referían a ella los primeros diccionarios, que empezaron a escribirla en plural (comicios) definiéndola como la “junta que tenían los romanos para tratar los negocios públicos”. En latín, comitium era el lugar donde se reunía el pueblo, el lugar al que se iba (ire) en grupo (com significaba juntamente).

Fue en 1884 cuando se incorporó la acepción “reuniones y actos electorales" y solo la última edición del Diccionario de la Academia (2001) utiliza el término para referirse a las “elecciones para designar cargos políticos”.

Es éste el sentido que da a la palabra nuestra ley electoral, el denominado Código de la Democracia, que se refiere a los comicios de carácter nacional y al día de los comicios.

Ese día se vota, y la palabra voto tiene también origen latino; votum era la promesa que se hacía a los dioses, el ruego y el deseo que se expresaba ante ellos. De ahí proviene el significado de voto como querer de alguien, expresado ante un grupo; “parecer o dictamen explicado en una congregación o junta”, dice el Diccionario.

El voto es, sin duda, la expresión de un deseo, pero de un deseo teñido de la incertidumbre que expresa la copla popular recogida por Juan León Mera:

Pescador, echa el anzuelo
Sin saber qué ha de salir:
Así el pueblo echa su voto

Presidente al elegir.

0 comentarios :

Publicar un comentario

Blog publicado por la Universidad San Francisco de Quito USFQ bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional Licencia Creative Commons
Contenido del blog producido por el Colegio de Jurisprudencia, con el apoyo tecnológico de la Oficina de Comunicación Virtual USFQ. Diseño del blog: Bthemez

Back To Top